Mi Padre y Las Batallas
 

Una memoria sin borde

Si recorriéramos el paredón que circunda el actual Parque Tecnológico Industrial de Quilmes, en el límite de Monte Chingolo, observaríamos cómo asoman los despojos de lo que fue un puesto de guardia, entre retazos de afiches publicitarios y manchones que dejaron quemas de basura y pastizales. Resto ruinoso de lo que fuera el Batallón 601 Domingo Viejobueno, el mayor depósito de arsenales del ejército argentino, escenario donde a las 18:50 del 23 de diciembre de 1975 y durante casi ocho horas, se libró la más importante y cruenta operación guerrillera ocurrida en la década del 70. Esos mismos dominios hasta 1955 alojaron los galpones del IAPI, organismo de control del comercio exterior para la promoción industrial, según indica su sigla, que funcionó durante el primer peronismo. Hoy "la Iapi”, nombra tanto a aquella dependencia, que por su matriz conceptual fue tan vilipendiada por los adversarios de Perón, como a la villa de emergencia que extiende su desangelado paisaje justo frente al predio. Monte Chingolo, un rincón de Lanús, ubicado en los límites de los partidos de Quilmes, Avellaneda y Lomas de Zamora en el sur del Gran Bs As, cual territorio palimpsesto, preserva las marcas de viejas disputas que nuestra historia no logra saldar.

En 1975 el mundo convulsionaba: América latina, entre la doctrina de la seguridad nacional, que expandía su sombra por toda la región, y las imágenes que llegaban de Vietnam y del Chile de Pinochet, convirtieron en ardiente esta frontera de la “guerra fría”. Mientras, en Argentina, el aire se tornaba sombrío ante la inminencia de un nuevo golpe de estado.

Sin parentesco de sangre ni generacional con los protagonistas del combate de Monte Chingolo, Yulian escuchó desde siempre las historias que atraviesan, desde entonces, su barrio. Escuchadas en los negocios y encuentros de vecinos. Historias terribles que impregnaron el distrito de su infancia, acopiando imágenes de aquello que no pudo ver ni ser testigo. Como el fantasmal colectivo en llamas que, junto a otros vehículos, aislaron el barrio e impidieron a Luis, su padre, regresar a casa esa noche. Y esa imagen no fue la única del extenso inventario de qué hacía cada uno y dónde se encontraba cuando se escucharon los primeros disparos. De si pudieron o no atravesar el círculo de fuego montado por la guerrilla para impedir la llegada de refuerzos militares. De si había mujeres entre los guerrilleros, y de lo jóvenes que eran. Tampoco faltaron las reseñas de por dónde y cómo sacaron a los muertos, o de cómo y cuantos subieron vivos a camiones militares, para luego fusilarlos. Y la fosa común en el cementerio de Avellaneda que nadie vio, pero de la que todos hablan. Relatos que una y otra vez se mezclan con el eco apagado del tableteo de la metralla y el ruido ronco de los helicópteros volando rasantes sobre las casillas de la IAPI, escupiendo fuego. ¿Cuántos habitantes del barrio murieron esa noche? Es aún una pregunta sin respuesta.
El ensayo Las batallas de Monte Chingolo, de Fernando Yulian Martínez nos habla de ese día y sus fantasmas, como imágenes de una memoria anterior, y sin embargo es parte íntima de la suya.

Quizás él como ninguno pueda hablarnos de Monte Chingolo y el espectro de esa batalla, porque ahí sigue, hurgando en las calles que aún trajina, recogiendo signos que puedan descifrarse. En ese ir y venir incesante hacia ese día, Yulian encuentra en un objeto familiar la metáfora perfecta para desandar la trama: la fotografía del reloj de su padre, el que usaba esa noche, con las agujas clavadas a las 18.50, desencadena la sucesión de imágenes. “Las batallas de Monte Chingolo” compone un singular ensayo visual que desde el lenguaje artístico amalgama imágenes propias, rescates de época e intervenciones en un campo de significación que aún es herida abierta. Opera prima tan auspiciosa como necesaria, no solo por su atrevida y eficaz propuesta narrativa, sino también por la osadía de encarar un tema que hasta el momento solo fue tratado de manera fragmentaria. Con una mirada aguda que integra lo artístico visual con el registro documental, Yulián asume un valioso desafío, y sale más que airoso.

Julio Menajovsky
Noviembre 2020

Monte Chingolo

Contención a Refuerzos Policiales y Militares
Cmno. Gral. Belgrano y Cadorna
 

El 23 de diciembre de 1975, el Ejército Revolucionario del Pueblo decidió copar una de las instalaciones más grandes del Ejército Argentino con el objetivo de llevarse una gran cantidad de armamento para continuar con la lucha revolucionaria.

Para que la compañía encargada de asaltar el cuartel pudiera llevar a cabo su objetivo, una segunda compañía debería encargarse de los anillos de contención en torno al cuartel y sus alrededores. Este accionar incluía el bloqueo de todos los accesos de Capital Federal a Provincia para evitar los refuerzos policiales y militares.

El episodio dejó un saldo de cincuenta y tres guerrilleros caídos en combate, siete bajas del Ejército Argentino, de los cuales cuatro eran conscriptos, y una cantidad de vecinos muertos jamás contabilizados hasta el día de hoy. 

Las imágenes articuladas con el testimonio, el archivo periodístico y familiar, muchas veces se yuxtaponen con palabras, frases, consignas populares, noticias y tipografías de algunos medios masivos, que buscan alterar significados para abrir canales de la memoria colectiva. 


Yulian

Monte Chingolo

Todo Es Historia

 

Monte Chingolo

Revista 7 Días
Prisioneros tirados en el suelo son levantados y conducidos a camiones
 

Monte Chingolo

La Familia y La Barricada

 

Monte Chingolo

Casa y Posta Sanitaria de Quilmes
Casa donde concentró la compañía “Ramón Rosa Jiménez” encargada de asaltar el Batallón. El 29 de diciembre de 1975 un operativo policial encontró el cuerpo sin vida de Carlos Omar Oroño junto a instrumental quirúrgico y armas de fuego. Al día de hoy, su cuerpo se encuentra desaparecido
 

Monte Chingolo

El Pata

 

-Con veintidós años, me llaman para algo “grande”, pero no sabía lugar, dónde, nada. No conocía los detalles. Mis viejos no sabían de mi militancia. Mi mamá, después de que caigo preso, allí toma conciencia. Había muchos pibes, yo también era un pibe, tenía veintidós. Pero había pibes más chicos que yo, de dieciséis o diecisiete años, estudiantes. ¡Todavía me acuerdo de la carita de los pibes!

Su objetivo era impedir el paso del Regimiento de Infantería n°7 de La Plata y del RI 3 de La Tablada en un puesto de contención sobre el Arroyo San Francisco, en el partido de Quilmes. Durante el enfrentamiento con el RI 3 de La Tablada El Pata cae herido en una pierna y es llevado al hospital de Quilmes para luego pasar ocho años de su vida preso en distintos penales del Sur del Gran Buenos Aires. Fue el único sobreviviente de su escuadra debido a que un vecino lo en-cuentra escondido en el Arroyo San Francisco y no lo delata.

Heriberto (El Pata) Macedo

Monte Chingolo

Casa de las 37 caídas, Ranelagh
Casa donde concentró la compañía “Guillermo Rubén Peréz” encargada de las contenciones en torno al cuartel. El día 24 de diciembre fue bombardeada por el Ejército Argentino.
 

Monte Chingolo

Conscriptos en Posición de Ataque

 

-¿Qué recuerda de aquella imagen cuando apuntaba con su FAL arrodillado?

-Estaba tratando de localizar desde dónde nos tiraban. En ese momento disparé sobre una camioneta que estaba en marcha sobre Camino y Lynch para que no se la lleven.

Cuando nos despedimos, Antonio me pidió que cuente que nadie dentro del cuartel estaba esperando el ataque de la guerrilla. Tanto él, como sus compañeros de cuartel, estaban de guardia tomando mate y jugando al futbol esperando una nueva navidad.

Antonio Testa, ex conscripto del Batallón 601 Domingo Viejobueno

Monte Chingolo

Camión que Rompió el Portón del Batallón 601

 

Monte Chingolo

Nos Siguen Observando
Batallón 601 Domingo Viejobueno
 

Monte Chingolo

Enrique Arrosagaray

 

“Estoy seguro que estábamos acuartelados, por lo menos desde un par de días antes, pero no era raro eso en aquella época. Formaba parte de la compañía B del Regimiento n° 7 de Infantería “Coronel Conde”, de La Plata. Aquella tarde, todos estábamos en el rancho para la cena, por ende, eran las 19 horas, minutos más, minutos menos, cuando repentinamente entró un oficial e hizo parar a la Compañía Comando y dice:

-¡Vayan para la cuadra, marchen, urgente!

A los de la B, apenas nos habían puesto el agua y el pan en la mesa cuando aparece nuestro Jefe de Compañía y nos ordena lo mismo. Corrimos a nuestra cuadra, tomamos el armamento y cuando estábamos formando en el playón para ir a los camiones, se sienten ruidos y chiflidos de balas que pasan por encima de nuestras cabezas. Fue una ráfaga de, como mucho, 10 tiros, sobre el portón del Regimiento, sobre el puesto 1 de la Guardia. Esta acción, provocó que la Compañía B no saliera y se quede a reforzar la Guardia, que seguramente estaba a cargo de la Compañía A. La Compañía Comando ya había salido para Chingolo. A mí me tocó, junto a otro colimba, estar sobre el techo de la B, mirando hacia la calle toda la noche, con el FAL y doble ración de cargadores”.

A su vez, esta acción de distracción por parte del ERP dio comienzo a una movilización masiva de la cual formaron parte el Batallón de Infantería de Marina n° 3 de Río Santiago, el Regimiento de Caballería de Tanques n° 8 de Magdalena y aviones especialmente artillados de Punta Indio.

“A la mañana siguiente cada soldado de la Comando nos trajo su relato de los fogonazos de impresión que les provocó la batalla. Tal es el caso de un soldado llamado Jorge Omar del Río, integrante de la compañía B, amigo, que era asistente del Teniente Coronel Pascual Muñoz, segundo jefe del Regimiento. Ellos fueron los primeros en salir, solos, en un coche, como refuerzo al Depósito de Arsenales. Cuando ya habían avanzado varios kilómetros por el Camino General Belgrano se vieron obligados a detenerse, posiblemente por las contenciones formadas por la compañía del ERP. Muñoz le entrega una pistola a Jorge y apuran el paso hacia el ViejoBueno. Jorge recuerda que, ya oscureciendo, el Teniente Coronel detiene a un sospechoso y sin más lo agarra de la cabeza y le dispara. A Jorge le dieron arcadas pero entendió que si se detenía, me decía, el Teniente Coronel seguramente lo hubiese asesinado, así que decide continuar hasta el Viejobueno al cual ingresan cruzando un alambrado. Con los disparos encima y el hecho de ver a un colimba herido, le dieron a Jorge una especie de coraje para poder continuar”.

Enrique Arrosagaray, ex conscripto del Regimiento n° 7 “Coronel Conde”, La Plata

Monte Chingolo

Guerrillero en Combate y Guerrillero Muerto Sobre Cmno. Gral. Belgrano

 

Monte Chingolo

Camioneta Utilizada Para la Contención en el Arroyo San Francisco
Montevideo y Cmno. Gral Belgrano
 

Monte Chingolo

Contención a Refuerzos Policiales y Militares en Cmno. Gral. Belgrano y Cadorna

 

“El conductor, un muchacho muy joven vestido con pantalón y campera de jean, estacionó el camión sobre Cadorna, a unos veinte metros de nuestro negocio. De la parte de atrás del camión bajaron otros cuatro muchachos. Cargaban tablones y caballetes. Los armaron en las veredas hasta formar una gran mesa. Enseguida descargaron muchas botellas de sidra y muchos paquetes de pan dulce. Empezaron a vender tres panes dulces y una botella de sidra, todo por quince pesos viejos. Nos llamó la atención el precio tan barato (un kilo de azúcar costaba 32 pesos), pero unas horas más tarde entendimos el porqué. Al empezar el ataque al cuartel los “vendedores” sacaron armas pesadas del camión y avanzaron en posición de ataque”.

Juana Lotito, testimonio extraído de la revista Todo Es Historia, 1998

Monte Chingolo

Incendio en el Actual Parque Industrial de Quilmes

 

Monte Chingolo

Árbol Iluminado

 

Monte Chingolo

Hugo Boque

 

“Era jovencito y volvía en el colectivo 32 de Capital Federal. A lo lejos, observo que en el puente Alsina había un retén militar. De las escaleras que se encontraban justo en el centro del puente, en la subida de Capital a Provincia, salieron un montón de soldados y detuvieron el colectivo. Nos requisaron, nos hicieron bajar. No entendíamos nada, o por lo menos, yo no sabía lo que pasaba. Aparentemente, alguien, de un asiento de atrás del colectivo había arrojado algo por la ventanilla. Eso es lo que buscaban.

Cuando bajamos del puente nos volvieron a detener. Ahora, nos requisaron sobre un paredón, y sin entender, empecé a notar que varios helicópteros sobrevolaban por los alrededores. La persona que arrojó el objeto por la ventana fue la única que no volvió a subir al colectivo.

Vivía en Lanús, en la calle Deheza y Arias, a unas 30 cuadras del Batallón. Los helicópteros iluminaban mientras iban y venían. No se sentía el tableteo de los disparos, pero si se veía el destello intenso en el cielo.

Cuando entré a mi casa, mis padres, aterrorizados, informados de todo lo que pasaba, se alegraron de verme bien. Ellos sabían que yo militaba en política, estaban muy preocupados”.

Hugo Boque, vecino del barrio

Monte Chingolo

Contención en el Puente Nicolas Avellaneda

 

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Contención en Cmno. Gral. Belgrano y Lynch

 

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El Abrazo

 

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Cata

 

-Las fiestas “acá” las teníamos, los helicópteros pasaban tres días después y alumbraban con esas luces que tenían. Ni quería ir a Cadorna, pasamos unas fiestas horribles. Fue algo muy feo. Veía pasar los camiones de los militares con pilas de cuerpos.

Cata, vecina del barrio

Monte Chingolo

Camión que Transportaba Cuerpos de Miembros del ERP

 

Monte Chingolo

Detención de Guerrilleros en los Alrededores del Batallón 601

 

Monte Chingolo

Ex Batallón 601 Domingo Viejobueno

 

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Barrio IAPI

 

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Daniel De Santis

 

Daniel era el encargado de distribuir las armas a la escuadra, las cuales fueron entregadas por un sospechoso conductor de un Falcon en una plaza de Lomas de Zamora. El conductor le entregó las llaves de un vehículo y le indicó donde estarían estacionados un Peugeot y un Renault 12 que contendrían las armas en el baúl: una FAL, una granada vietnamita y una escopeta. El conductor sospechoso resultó ser el Oso Ranier, principal responsable de la caída del operativo de Monte Chingolo. Siendo las 20:45 horas, la comisaría dependiente de Monte Grande informaría que un grupo de la compañía del ERP “redujo a Miguel Mejuto conductor de un camión tanque Y.P.F cargado de nafta en la intersección de Camino de Cintura y Florida” produciendo, luego de abrir la boca de combustible y derramar gasoil, un gran incendio sobre el puente que cruza el Riachuelo. Se trataba del Puente número 8, contención que impediría el segundo avance del Regimiento de Infantería n° 3 de La Tablada. Luego de producir el incendio, se obtuvieron dos automóviles más, un Fiat 1600 y un Fiat 128, posteriormente, también incendiados.

Frenar el camión produjo un tapón de autos, lo cual no fue un impedimento para el ejército y sus tropas. Daniel cuenta:

-Venía de frente un Jeep y grito: ¡Saquen las armas! Sacamos las dos escopetas y atrás del Jeep una fila de camiones del ejército con un carrier lleno de soldados…

Digo: ¡Guarden las armas!

Militaba hace cinco años. Nosotros no sabíamos sobre esta operación, esto de que, como dice Plis (1), que todo el mundo lo sabía, eso es falso. Yo fui a la acción sin saber cuál era el objetivo, me enteré el objetivo final de la acción al día siguiente.

Daniel De Santis, sobreviviente del ERP


(1) Se refiere al autor Gustavo Plisteremberg, autor del libro Monte Chingolo, La Mayor Batalla de la Guerrilla Argentina

Monte Chingolo

Revueltas Populares

 

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Ante los Cortes de Luz

 

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Alberto Gallini

 

“En los años 70, vivía en Banfield. Una parte de mi familia materna se había establecido en la villa “La IAPI”, que estaba frente al cuartel.

Uno de los principales recuerdos que tengo de mi infancia es que pasábamos los domingos en la casa de mi madrina en “la villa”.

El contraste entre el residencial Banfield y “La IAPI” era brutal: dos mundos sin aparente conexión. En mi mente de niño, ir a visitar a mis tíos era como entrar en un parque de diversiones: en cada esquina, en cada cuadra, de todos lados se escuchaban carcajadas, música fuerte, gritos, peleas, ladridos de perros; y se veían caballos sueltos, gallinas en medio de la calle, vendedores ambulantes que vociferaban sus ofertas; un poco más allá, los gitanos con sus carpas, sus vestidos y alfombras de colores.

Cuando se produjo el ataque al cuartel, yo ya tenía 18 años y alguna militancia social. Ese día la sensación general era de incertidumbre y espanto; recuerdo estar con toda mi familia callados frente al televisor, tratando de entender qué estaba pasando.

Como no había teléfono, ni ninguna otra manera de comunicarnos con nuestra gente en “La IAPI”, a los pocos días fui el encargado de ir a ver cómo estaban mi tío y mi primo, que por ese entonces eran los únicos que permanecían viviendo allí.

Cuando el colectivo se acercó a la zona del cuartel, empecé a percibir algo como cuando se pasa en la ruta por al lado de un accidente. Al detenerse en la puerta del cuartel, donde toda mi infancia bajábamos para visitar a mi madrina, la sensación fue como estar pisando el suelo de otro planeta. Todavía hoy, a más de 40 años, recuerdo cómo se me puso la piel de gallina al descender porque no se escuchaba nada, era todo silencio, pero ese silencio que solo se advierte en los templos o en los cementerios; no había vendedores ambulantes, los perros no ladraban, no había música, ni gritos de peleas, ni carcajadas.

Encontré a mi tío y a mi primo también en silencio; por primera vez en mi vida entré a esa casa y la radio estaba apagada. Ambos, morochos grandotes, estaban muy pálidos; mi primo, de unos veintipico de años, era el que más hablaba; a mi tío le costaba articular las palabras.

Me contaron que el día del ataque escucharon tiros de todos lados, enseguida un griterío y los vecinos que corrían sin ningún sentido. En ese entonces, todas las casas eran de chapa; el único lugar de material era un excusado comunitario en medio del patio. Mi tío relataba que todos los vecinos se metieron allí, apretados, con miedo; decía que escuchaban ráfagas de ametralladoras, y las ramas de los árboles caían sobre el techo de chapa.

Al otro día, los soldados, en formación, entraron casa por casa para revisarlas, y se llevaron a todos los hombres jóvenes al cuartel; entre ellos, a mi primo. Los hicieron acostar boca abajo en el playón de cemento. Con posterioridad, mi primo me mostró una cicatriz en la frente, producto de un golpe que le propinaron cuando levantó la cabeza para pedir agua. Me dijo que no recordaba cuánto tiempo estuvo desmayado, pero lo que lo mantenía consternado era la imagen de cuando se llevaron a algunos vecinos adentro del cuartel, a los que nunca más volvió a ver.

Cuando regresé a mi casa, me escucharon guardando el mismo silencio con que días antes mirábamos las noticias en el televisor. Recuerdo que mi madre, con su típico gesto de secarse las manos en el delantal, me preguntó: “¿Entonces Monengo y Armandito están bien?”; fue el único comentario; nunca más escuché nada en mi familia sobre lo ocurrido en ViejoBueno.”

Alberto Gallini, vecino del barrio


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Vecinos Liberados

 

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Calle Lateral
Coronel Lynch
 

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Eduardo Núñez

 

Cuando llegué era el infierno. Venían tiros por todos lados. Un colectivo quemado, puestos de pan dulce quemados. La gente corriendo por las calles. Si no era por mi compañero (Ismael Gómez, fotógrafo de Clarín) que me dijo “vamos, vamos"... Me había quedado helado, la verdad es que me quedé con la cámara baja, entregado, pensando que esa gente iba al cadalso. La verdad que no se me borra nunca más de la memoria. Me puedo olvidar de muchas cosas…pero de esa yo no me olvido, es difícil olvidarse. Pensar que murió mucha gente joven y no se sabe cuánta…Gente joven, eso es una pena. Ojala que esto no vuelva a ocurrir nunca más.

Eduardo Nuñez, fotógrafo que cubrió el suceso el 23 y 24 de diciembre de 1975 para la revista 7 Días

Monte Chingolo

Una Historia de Perros

 

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Ex Unidad Regional II Lanús, El Infierno

 

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Leo Freidenberg

 

“Antes de la medianoche, después de 4 horas de combate, contra una fuerza totalmente desigual integrada por helicópteros, aviación de ejército, gendarmería, policía provincial y federal, infantería de ejército e infantería de marina, blindados, etc. decidimos retirarnos. En ese momento, no sabíamos cuántos muertos y heridos habíamos tenido, pero sí sabíamos que eran muchos. Hoy no olvido que al retirarnos me desvié unos metros para darle un beso a mi compañera, que yacía muerta en el pasto detrás de la compañía de servicios”.

Leo Freidenberg, sobreviviente del ERP

Monte Chingolo

Cantina del ex Batallón 601 Coronel Domingo Viejobueno

 

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Otro 23 en el Cementerio de Avellaneda

 

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Otro 23 en el Cementerio de Avellaneda

 

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Padres del Conscripto Benito Rufolo
Cementerio Avellaneda
 

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Sepelio del Conscripto Benito Rufolo
Cementerio Avellaneda
 

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Mausoleo que Rinde Homenaje a los Caidxs en Monte Chingolo, Cementerio Avellaneda
Laura Bonaparte Observa los Resultados de las Primeras Exhumaciones, 1984
 

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Monte Chingolo, Como los Gauchos de Güemes

 

Monte Chingolo



 

La imagen de la “subversión”: cómo se construyó la imagen del enemigo.

Desde mucho tiempo antes de que se concretara el golpe de Estado de 1976 los medios masivos de comunicación tuvieron un papel activo en la creación de un imaginario que apoyara la “lucha antisubversiva”. Tanto antes como después del golpe la palabra “subversivo” se repetía obsesivamente en los discursos militares y en la prensa masiva. Una de las estrategias cuantitativamente más utilizadas para referirse a la “subversión” fue el uso de titulares con ausencia de imágenes. Diarios y revistas se poblaban diariamente de titulares que anunciaban “elementos abatidos”, “extremistas muertos”, “cadáveres hallados”, “delincuentes subversivos” sin que ninguna fotografía mostrase quiénes eran. No tenían nombre, ni familia, ni identidad, ni edad, ni historia previa. Solo tenían en algunos casos sexo. La no imagen, la no personificación, la ausencia de cualquier marca de identidad fue una de las estrategias de deshumanización por excelencia adoptadas por la prensa masiva.

Esas muertes solo eran contabilizadas, no necesitaban ser explicadas. La prensa las consideraba obvias, sobreentendidas y justificadas. No era necesario buscar ni identificar a los culpables ya que los asesinados eran los propios responsables de su muerte y sobre todo se lo merecían por el bien del resto de la sociedad inocente. Mientras los textos periodísticos hablaban de “terroristas”, “delincuentes”, “sediciosos”, “irregulares”, “elementos subversivos” o “extremistas”, las imágenes no los identificaban. La idea era relegar a la “subversión” a un confín aislado de inadaptados e irracionales. La forma en que la prensa actuaba era a través de la reiteración, la repetición constante y el uso de adjetivos. Una segunda estrategia que identificamos en la prensa analizada para representar “la subversión” es la que denominamos “la imagen como trofeo de guerra”. En estos casos sí se mostraba a quienes eran considerados subversivos. Eran dirigentes sociales, sindicales o políticos de máxima envergadura, jefes y miembros prominentes de las distintas organizaciones guerrilleras o protagonistas de acciones espectaculares que eran mostrados por lo general a través de fotos carnet de identificación policial. Una tercera estrategia también muy extendida fue la de representar “la subversión” a través de las consecuencias (supuestas o no) de sus actos: casas baleadas,autosexplotados,vecinosconmiedo.Enestos casos se utilizaban fotografías que podrían haber sido obtenidas durante o posteriormente a la realización de operativos represivos reales o fraguados: fotos de arsenales, clínicas clandestinas, casas cuyos frentes fueron baleados. Como parte de esta estrategia encontramos imágenes de las “víctimas de la subversión”. En estos casos identificamos tres grupos. Por un lado, el personal policial y militar directamente afectado por acciones de las organizaciones guerrilleras, por el otro, sus familiares, el caso de hijos de militares que murieron a causa de ataques de la guerrilla y, por último, las víctimas indirectas que son para la prensa la población en su conjunto. Para el primero de los grupos, los diarios y revistas publican fotos del personal militar y policial con nombre y apellido, se informa del dolor de sus familiares, se muestran imágenes de amigos yendo a sus velatorios, se fotografían los homenajes y se los menciona con honores en su rol de “caídos en el cumplimiento del deber”. En el segundo caso se realizan producciones especiales con gran producción fotográfica que muestran escenas del dolor de los familiares y momentos alegres de sus vidas. En el caso de las víctimas indirectas se muestra a vecinos, transeúntes y espectadores en general. Son los “testigos”, la “gente común”, que pueden funcionar como representantes de la comunidad en general y que buscan la posible identificación del lector. Por último, encontramos como estrategia visual la información presentada de modo confuso y acompañada por imágenes que no se relacionan con los hechos relatados. La prensa realiza en estos casos una extraña mezcla de noticias jerarquizadas por fuera de toda lógica, haciendo foco en el dramatismo de los hechos, sin explicación, con lo que contribuyen a crear y/o profundizar la sensación de miedo y caos generalizado. Son noticias en las que se habla de muertos, violencia y destrozos en las que no se explica quiénes mueren, por qué, qué hacían. La crueldad queda descontextualizada, despolitizada, sin posibilidad de un lenguaje racional que permita comprender los sucesos. Un recurso muy utilizado en las revistas ilustradas fue presentar títulos que hablasen de la “subversión” acompañados por chicas lindas en bikini. La mezcla temática y la convivencia entre título e imagen eran una forma de contribuir a la naturalización de los rastros del horror. En estos casos el tema de tapa y la imagen no actuaban por contraposición, por el contrario, creemos que se relacionaban de manera complementaria combinando violencia y frivolidad, violencia y persuasión, búsqueda de consenso junto con imposición de la coerción.

Cora Gamarnik

Monte Chingolo

Una Memoria sin Borde

 

Monte Chingolo

Cmno. Gral. Belgrano y Cadorna

 

Para el 45º aniversario de la Batalla de Monte Chingolo realicé una acción que titulé "Otro 23" y consistió en hacer un señalamiento con fotos en los lugares donde habían sucedido los hechos. Las fotos fueron pegadas en los paredones del ex regimiento Batallón 601 Domingo Viejobueno, hoy Parque Tecnológico Industrial de Quilmes, y en algunas intersecciones del barrio Monte Chingolo. Aunque se sabe de lo efímero de este tipo de manifestaciones, en este caso la duración superó toda expectativa. Dos días después no quedaba nada. Rápidamente las imágenes fueron arrancadas sin dejar ningún rastro, evidenciando viejas disputas que aún nuestra historia no logra saldar.

Monte Chingolo

23-12-2020 / 25-12-2020
Cmno. Gral. Belgrano y Coronel Lynch
 

Monte Chingolo

23-12-2020 / 25-12-2020
Cmno. Gral. Belgrano y Coronel Lynch
 

Monte Chingolo

23-12-2020 / 25-12-2020
Cmno. Gral. Belgrano y Coronel Lynch
 

Monte Chingolo

23-12-2020 / 25-12-2020
Cmno. Gral. Belgrano y Coronel Lynch
 

Monte Chingolo

23-12-2020 / 25-12-2020
Cmno. Gral. Belgrano y Coronel Lynch
 

Monte Chingolo

23-12-2020 / 25-12-2020
Cmno. Gral. Belgrano y Coronel Lynch